¡El Momento de Actuar es Ahora!

La Actividad Física es una Prioridad en la Práctica Clínica

1. La importancia de la actividad física en la salud

Existen pruebas abrumadoras que demuestran que la actividad física regular es una de las herramientas más poderosas que los médicos y profesionales de la salud pueden recomendar a sus pacientes. La actividad física no solo previene, sino que también protege contra diversas enfermedades crónicas, como la hipertensión, diabetes tipo II, obesidad, enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares y deterioro cognitivo, entre otras [1], [2].

Uno de los aspectos fundamentales donde el ejercicio juega un papel crucial es en la mejora del perfil lipídico, que describe los niveles de lípidos en sangre, como el colesterol LDL (colesterol malo), el colesterol HDL (colesterol bueno) y los triglicéridos [3]. Un perfil lipídico saludable es vital para un sistema cardiovascular óptimo, y la actividad física es una intervención clave para mejorarlo [4].

2. Relación entre el perfil lipídico y enfermedades cardiovasculares

Altos niveles de colesterol LDL están asociados con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Un meta-análisis con 170.000 participantes demostró que reducir los niveles de LDL disminuye la incidencia de ataques al corazón y accidentes cerebrovasculares [5]. Las personas con un colesterol total superior a 200 mg/dl tienen el doble de probabilidades de padecer enfermedades cardiovasculares en comparación con aquellos con niveles por debajo de 180 mg/dl [6].

El ejercicio físico regular es clave para mejorar el perfil lipídico. Investigaciones han mostrado que el ejercicio aeróbico de alta intensidad reduce el LDL y los triglicéridos, mientras que el HDL aumenta. Esta mejora es tan significativa que se clasifica como evidencia de tipo A, respaldada por una sólida base científica [3], [7].

3. El papel de la grasa ectópica y el tejido adiposo cardiaco

Además del impacto en el perfil lipídico, la actividad física juega un rol crucial en la reducción de la grasa visceral, es decir, el almacenamiento de grasa en órganos no adiposos, como el corazón o el hígado. Según la Organización Mundial de la Salud, las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte a nivel global, y el exceso de grasa en el corazón, conocido como tejido adiposo epicárdico, está relacionado con un mayor riesgo cardiovascular [8].

En condiciones normales, el tejido adiposo epicárdico ejerce un rol cardioprotector, secretando moléculas antiinflamatorias y antiaterogénicas. Sin embargo, en personas con obesidad, el aumento de este tejido adiposo puede incrementar el riesgo cardiovascular [9]. El tejido adiposo pericárdico, que rodea al corazón, también se ha identificado como un depósito de grasa que, en exceso, puede agravar las condiciones del corazón.

Un estudio piloto demostró que el entrenamiento de fuerza de alta intensidad puede reducir significativamente el volumen de estos depósitos de grasa cardiaca. Tras tres semanas de entrenamiento, las participantes redujeron tanto el tejido adiposo epicárdico como el pericárdico, lo cual subraya la relevancia de incorporar el ejercicio físico en el manejo de la salud cardiovascular [10].

4. Un llamado a la acción: integrar el ejercicio en la práctica clínica

A pesar de la clara evidencia de los beneficios de la actividad física, solo el 34% de los adultos recibieron asesoramiento sobre ejercicio durante su última visita médica [2]. Esto representa una oportunidad perdida, especialmente cuando la falta de actividad física ha sido identificada como una de las principales causas de muerte a nivel global [1].

La inclusión del ejercicio en la práctica clínica es fundamental para prevenir y tratar condiciones como la dislipemia, hipertensión y obesidad. Incluso pequeños cambios en el estilo de vida, como aumentar la actividad física moderada, pueden conducir a mejoras significativas en la salud cardiometabólica [11].

5. Impacto del ejercicio en el perfil lipídico y la grasa cardiaca

El ejercicio aeróbico de alta intensidad no solo mejora el perfil lipídico al reducir el LDL y los triglicéridos, sino que también aumenta el HDL, el cual ayuda a eliminar los lípidos del cuerpo [3], [4]. En cuanto al entrenamiento de fuerza, un mayor volumen de trabajo (más repeticiones o series) tiene un impacto positivo en la reducción de lípidos en sangre, contribuyendo a un perfil lipídico más saludable [7].

Además, los estudios recientes han demostrado que el entrenamiento de fuerza también reduce la cantidad de grasa cardiaca, como el tejido adiposo epicárdico y pericárdico. Este efecto es especialmente importante en personas con obesidad, donde un exceso de estos tejidos está vinculado a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares [10].

6. Recomendaciones para mejorar el perfil lipídico y reducir la grasa cardiaca

Basándonos en la literatura más reciente, las siguientes recomendaciones de ejercicio son clave para mejorar los niveles de colesterol y reducir el riesgo cardiovascular:

  • Ejercicio aeróbico de intensidad moderada a alta, al menos 150 minutos por semana, para reducir el colesterol LDL, triglicéridos y grasa cardiaca [7].

  • Entrenamiento de fuerza dos o más veces por semana, aumentando el volumen de trabajo, para mejorar el HDL y reducir el tejido adiposo epicárdico y pericárdico [10].

  • Un enfoque combinado de ejercicio aeróbico y entrenamiento de fuerza ha demostrado ser eficaz tanto en la mejora del perfil lipídico como en la reducción del riesgo cardiovascular [7].

7. Conclusiones

La actividad física regular es esencial no solo para mejorar el perfil lipídico, sino también para reducir la grasa ectópica en el corazón, un factor clave en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Tanto el ejercicio aeróbico como el entrenamiento de fuerza ofrecen beneficios comprobados para la salud cardiovascular, y su inclusión en la práctica clínica debería ser una prioridad.

El momento de actuar es ahora. La prescripción de actividad física debe integrarse de manera sistemática en la atención médica, con el fin de mejorar la salud cardiovascular y reducir el riesgo de enfermedades crónicas en los pacientes.


Referencias

[1] W. E. Kraus, V. Bittner, L. Appel, S. N. Blair, T. Church, J.-P. Després, et al., “The National Physical Activity Plan: a call to action from the American Heart Association: a science advisory from the American Heart Association.,” Circulation, vol. 131, no. 21, pp. 1932–40, May 2015.

[2] K. Berra, J. Rippe, and M. JE, “Making physical activity counseling a priority in clinical practice: The time for action is now,” JAMA, vol. 314, no. 24, pp. 2617–2618, Dec. 2015.

[3] Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2006). "Evidence for prescribing exercise as therapy in chronic disease." Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 16(S1), 3-63.

[4] Mann, S., Beedie, C., & Jimenez, A. (2014). "Differential effects of aerobic exercise, resistance training and combined exercise modalities on cholesterol and the lipid profile: Review, synthesis and recommendations." Sports Medicine, 44(2), 211-221.

[5] Baigent, C., et al. (2010). "Efficacy and safety of more intensive lowering of LDL cholesterol: A meta-analysis of data from 170,000 participants in 26 randomized trials." Lancet, 376(9753), 1670-1681.

[6] Roger, V. L., et al. (2012). "Heart disease and stroke statistics--2012 update: A report from the American Heart Association." Circulation, 125(1), e2-e220.

[7] Ferguson, M. A., et al. (1998). "Effects of exercise training intensity on low-density lipoprotein subfractions in healthy men." Arteriosclerosis, Thrombosis, and Vascular Biology, 18(5), 758-764.

[8] Organización Mundial de la Salud (OMS). “Cardiovascular diseases (CVDs).” https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/cardiovascular-diseases-(cvds)

[9] Iacobellis, G., et al. (2005). "Epicardial fat: Emerging role as a cardiovascular risk factor." Cardiology, 105(1), 1-8.

[10] Stensvold, D., et al. (2015). "Effect of exercise training on epicardial and pericardial fat volume in coronary artery disease." American Journal of Cardiology, 116(6), 922-927.

[11] Maruthur, N. M., N.-Y. Wang, and L. J. Appel, “Lifestyle interventions reduce coronary heart disease risk: results from the PREMIER Trial,” Circulation, vol. 119, no. 15, pp. 2026–31, Apr. 2009.

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